No me pises que llevo botas (by Melgui Fresh)

Regreso a casa con media sandía bajo el brazo. Una prueba de que el verano ha comenzado es la apertura del puesto de latón verde. Son las 18:15 de un 9 de junio con temperatura de 37 ºC. Apenas dos minutos de paseo pero siento que no voy llegar. El aire quema y, aunque nunca he tenido las pestañas exageradamente largas, noto como corto el aire abrasador a golpe de mariposa. Tanto es así, que temo que la próxima persona que me encuentre en el paisaje desolador sea al mismísimo Satán envuelto en llamas. Ahora soy yo quien reclama la ayuda de su máximo enemigo, ¡Señor! dame fuerzas para llegar sana y salva. Sin quemaduras solares, al menos.



Y entonces ocurre. A lo lejos veo una figura que yo tomo por mi salvadora pues parece vestir de blanco y portar aureola dorada en la cabeza. ¿Será un ángel? Desde luego, de demonio no tiene pinta. La maldita perspectiva área que tanto defendió Leonardo no me deja ver con claridad. Eso y mis gafas de sol sucias (de cojones) que tampoco ayudan. Y, en apenas 30 segundos, estamos a punto de cruzarnos. ¡Coño! Nada que ver con un ángel. Ni siquiera caído. No es más que una señorita que, sabiendo que hoy los termómetros rozarán los 40 º en el centro peninsular (imposible no enterarse), ha decido salir de casa con su vestido largo y vaporoso (vale) y… botas cowboy (no vale). Yo a punto de andar “a pelo” sobre el asfalto porque las suelas de las sandalias están a punto de derretirse (añadiendo la experiencia de contar con diez dedos del pie incandescentes) y la buena señora con botas de piel hasta media pantorrilla con sus calcetos de por medio (supongo). Claro que sí, guapi.

Y ella convencida de que está ideal de la muerte porque ha sido muy aplicada con los consejos estilísticos de la sabia y consagrada Marie Claire. También se lo ha visto a unas cuantas instagramers. Y eso sí que no puede fallar. Si una de las integrantes del exclusivo club de las WAG´s, por ejemplo, sube foto protocolaria de vacaciones con su churri en pleno julio con botas de cowboy mientras la gente de su alrededor está en pelotas; qué no vas a hacer tú en Leganés… Yo, de verdad, solo de imaginarme el estado de esos pies me dan ganas de tirar la toalla, desandar lo recorrido, devolver la media sandía, pedirle al buen señor que coja una sin partir de unos siete kilos y que me la reviente en la cabeza. ¡Qué asco más absoluto! Tendrá los deditos como garbanzos en remojo. Un cocido bien completo. Se me hace mucha bola.

Y todo esto porque, llamadme exquisita pero, las temporadas existen por algo. Arriba la ropa de entretiempo y la que ha sido diseñada en base a la temperatura. No permitamos que el cambio climático venza esta batalla. No a las botas en verano (por si lo dudas, tampoco existen botas de verano como tal, que no te engañen). No a las sandalias en días de lluvia ni a las manoletinas a -6 º bajo cero (bueno, no a las manoletinas en general). No a los pantalones blancos en invierno. No a las camisetas interiores en agosto. No a los cueros o pieles sintéticas en julio. Y, definitivamente, no a las botas de agua cuando no llueve. ¿De verdad queréis que os diga qué son las Hunter? Feas. Y una forma de sacar cien pavos por unas katiuskas de toda la vida. ¡Ah! Y las Havaianas, Ipanema, etc. conocidas vulgarmente como "chanclas de dedo" fueron diseñadas y creadas para la playa o, en su defecto, piscina. No te las pongas para pisar asfalto como si de un zapato normal se tratase, por favor te lo pido. Como mucho, para bajar la basura aunque también te digo que no notarás la diferencia si sales descalzo porque los pies se te van a llenar de mierda de igual forma.



Tampoco mola ponerte ropa destinada a un fin que tú no vas a cumplir solo por el tema del postureo o, lo que es peor, por creerte que ya solo por vestir así haces lo que se supone que deberías. Veamos un ejemplo gráfico: vuelven a ser las 18:15 en plena ola de calor. A esa hora, Pili y Mili deciden que es un estupendo momento para bajar a andar. Quedémonos con ese detalle: andar. Pues bien, para la cita, recurren a: 1. top deportivo de sujeción extra con tiras de doble anchura y cierre de seguridad, 2. camiseta climacool altamente transpirable, 3. rockies con malla interior y cremallera trasera para barrita energética, 4. calcetines homologados con detalles posteriores reflectantes, 5. zapatillas de pisada neutra y amortiguación extra para reducir los impactos. Cielo mío…¡vas a andar, no a correr la Maratón de Nueva York! Andar. Que igual no arrancas ni a sudar. Así que, la camiseta tiene un pase, pero el resto sobra. A mí me encantaría ir a bucear en aguas cristalinas alguna tarde de estas y por eso no salgo a la calle con bikini, máscara de snorkel y aletas. Pili o Mili, lo mismo da, no por mover mucho los brazos mientras caminas terminas por correr. Vas andando. Punto. NO hace falta ropa técnica



Luego, están Pepe y Luis que hacen algo muy parecido pero optando por buen acopio de ropa Kalenji en el Decathlon. Para ellos, la calidad-precio de esta marca es inmejorable. Se gastan un total de 15 euros en el estilismo completo y como las zapatillas suelen ser algo más caras, rebuscan en el trastero aquellas que utilizaban hace diez años para jugar al fútbol sala con los colegas. Y ahí están Pepe y Luis, más monos que todas las cosas, con sus camisetas azulonas efecto satinado, las bermudas negras rozando las rodillas, los calcetines bien subidos dejando marca correspondiente. Y haciendo gala de un complemento al que ellas no suelen recurrir: la riñonera. Bueno, bueno y, ¿qué me decís de los que tiran de palo del llamado estilo Nordic Walking (o senderismo de toda la vida) para recorrer el carril bici de su barrio?  Eso, en realidad, se llama bastón de trekking y es muy aconsejable para andar en la montaña. Tú vives en un ensanche, aunque veas señales de Vía Pecuaria, el desnivel es del 0%, majo. 

Y es que la megasuperficie deportiva está haciendo que nos volvamos un poco gilipollas. Si es que resulta que va a haber ropa especial hasta para jugar al billar. No me jodas.

Así que amigo/a, a pesar del cambio climático, las estaciones son estaciones y, como tales, merecen un respeto. Porque sí, a pesar de que, según nuestros abuelos, esto ya no es lo que era; en julio y agosto hace calor. Mucho calor. Unos días más y otros menos pero, en resumidas cuentas, calor. Al menos, en la capital de España que es donde me hallo. Y el ángel ese con el que me crucé, también está empadronado aquí. No tenía cara de gallega. 



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