Se
dice, se comenta que toda niña sueña con encontrar a su príncipe azul. Yo sé de
buena tinta que hay otras que se contentan con un “santo”.
A Sara le gustaba el deporte desde que tenía
uso de razón. O eso decía ella. Su pasión estaba por encima de los pequeños
detalles y, aunque aseguraba que no había cosa que más le gustara en el mundo, no era lo que
puede considerarse una experta. A pesar de ello, llegó hasta lo más alto y, fue
entonces, cuando el castillo de naipes comenzó a desmoronarse y destapó que
igual sí que hacía falta un poquito más de preparación. A veces, la ilusión no
es suficiente. Si encima, levantas el plumero, y tampoco encuentras mucho
entusiasmo, el golpe puede ser terrible.