Volviendo a los orígenes (look rural by Melgui Fresh)

Pues nada, agosto se despide.

Saca el güisqui, Cheli, para el personal que vamos a un guateque. 

¿Y dónde hemos pasado el verano? En un pueblo, en uno de esos de los de tooooda la vida.

Con la orquesta “Malassia”, los vasos de cubata de plástico y el correspondiente homenaje a Paquito y su chocolate.


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En los meses de noviembre, diciembre y enero, el frío entumece los huesos. Asomas la cabeza por la ventana porque no te atreves a salir de casa y, obviamente, no ves ni un alma. La cosa solo se anima en la bendita Navidad que hace que algunos de los hijos y nietos más comprometidos con la causa, decoren con sus abrigos de Quechua las calles empedradas.

Por febrero, los primeros rayos de sol acompañan a los que día a día trabajan los campos. Ahora parecen estar más animados y hacen pequeños grupitos en la puerta del bar de Teodoro brindando con sus carajillos. En marzo y abril, la cosa cambia sustancialmente. De camino a la única panadería, logras sumar hasta cuatro meritorios “con Dios”. Incluso los 18 niños matriculados en la escuela aprovechan las subida de las temperaturas para columpiarse, por turnos, en los pocos cachivaches del área recreativa del parque de al lado del cementerio.
Mayo y junio ya son otro cantar. Muchos llegan con sus maletas dispuestos para pasar la mitad del año con nosotros. Viene Eulalia y también Concha y su hermana Matilde. Ya somos muchos más, igual casi el doble. Es muy bonito ver cómo se recupera el ambiente de los mejores tiempos antes de que todos tuvieran que marchar…

Aunque a medida que nos adentramos en junio, se masca la tragedia. Vienen muchos coches llenos de pasajeros y se van solo con lo imprescindible: quien conduce. Se escuchan puñados de “portaros bien”, “en unos días estoy con vosotros”, “hacerle caso a mamá y cuidad de los abuelos”, “os echaré mucho de menos”. Y ya no somos el doble, empezamos a subir al triple. Un no parar, una auténtica pasada como dicen ahora, ¿no?

Mª Carmen ve como su pueblo, de apenas 300 habitantes, se peta en los meses de julio, agosto y parte de septiembre. A pesar de que en la televisión se ven playas a rebosar, sin duda, hay muchos otros que prefieren ocupar las casitas de los socorridos pueblos. Muchos te dirán que la playa está sobrevalorada y que el sol ya no es tendencia. Lo que se callan es que en la casa del pueblo materna o paterna (lo mismo da) parece que el dinero cunde bastante más. A ver, que en plena estepa castellana se está requetebién pero si tu madre tuviera la casa en un pueblecito costero de Almería igual hacías un esfuerzo y pasabas las vacaciones con el culo lleno de arena y el pelo la “mar” de estropeado a causa de la sal.

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Y es que señoras y señores, en agosto las calles rurales y angostas se llenan del gentío que huye del asfalto abrasador en plena hora de calor. Si tienen hijos, sueltan las correas de los niños para que corran a su libre antojo. Los que no, alimentan la esperanza de encontrar un ligue de verano con la prima de menganito o hacerse una persona de provecho bebiendo chupitos de anís como si no hubiera mañana. Por muchos destinos paradisiacos que haya repartidos por el mundo, siempre existirán los pueblos y sus fiestas. Y sus bares. Y sus gentes. Y sus bares. Y sus verbenas. Y sus bares.

Hablando de estilismos, que es lo que nos toca, lo que está claro es que hablarán, hablarán, hablarán. En el bar y fuera de él. Los autóctonos se sientan al fresco para analizar cada detalle de los forasteros y solo les faltan los focos y las arrugas de Paz Padilla para que parezca que eres uno de los despellejados de Sálvame Diario. 

Nuestras amigas “instagramers” llevan meses luciendo palmito en traje de baño mientras que otras aún no nos habíamos quitado las polainas. Una de las cosas más positivas de veranear en un pueblo libre de bikinis tangas es que no tienes porqué depilarte la regata (*). Aunque siempre es recomendable en estos meses de calor extremo.

Estampado floral

Seis alegres señoras protagonizan esta estampa y cinco alegres señoras visten prendas adornadas con flores de una pieza, de dos. De la que va por libre, hablaremos en el siguiente punto. El flower power sigue siendo tendencia un año más, así que te será fácil camuflarte entre las especies locales. Eso sí, si en la ciudad optas por diseños short y estampado bordado, tropical o brillante; en el campo no te vengas arriba, enseñes más de la rodilla.

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Total Black

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Todos sabemos que las mujeres de los pueblos, gracias a la inestimable ayuda del patriarcado, tenían la obligación de vestir de negro tras la muerte de un familiar directo. Afortunadamente, los tiempos cambian pero siempre podemos apostar por el color de la elegancia por antonomasia, simplemente, por eso, porque nuestro chichi así lo decide. Eso sí, el little black dress déjatelo en casa y date una vuelta por Punto Roma o similar para aproximarte más a tejidos algodoneros e, incluso, de punto. 

El poder de la...

Jod**, si es que no sé como se llama...bata, delantal, kimono (*)… ¡Qué no! Que no tengo ni idea de cuál es la nomenclatura pero de lo que sí estoy segura es que es colocártelo y sentir súper poderes. A Peter Parker tuvo que picarle una araña para trepar por los rascacielos de Manhattan y a las abuelas la bata-delantal (me quedo con este término) les permite realizar cualquier tarea que se precie. "Arrecoger" patatas, freírlas en abundante aceite, darle una colleja al nieto por guarrear y no comer. Menos mal que no tienen mangas para esconder estrellas ninja.

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Pañuelo en la cabeza

Este año, las bandadas o pañuelos en la cabeza son lo más en todo street style que se precie, más teniendo en cuenta que con la que está cayendo cualquier pelito en la cara no mola nada. En nuestro mundo urbano, el estampado de cachemira sigue liderando las preferencias pero en el ambiente rural, fíate de las expertas y por los tamaños maxi. ¿No me digáis que esta señora no es ideal?


(*) No te diré lo que es. Haz lo mismo que yo: investiga y descubre la verdad. 


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