Felipe abrumaba con los largos cabellos de sus brazos, Aznar prefería el pelusón bajo la nariz, Julio Anguita hizo de la desaliñada barba su seña de identidad y...Pablo Iglesias lleva su melena recogida en una coleta. Los ideales políticos alejan. El pelo une.
Son muchos los que consideran a Coco Chanel como una auténtica revolucionaria de los años de entreguerras. Tijeras en mano, Gabrielle utilizó el patrón de sus diseños para cortar el miedo y la desconfianza. Las mujeres, acostumbradas a vestirse con ayuda de sus criadas, tuvieron que renunciar a muchas cosas, como de costumbre. Las penurias hicieron que el concepto de “mujer florero” se rompiera en mil pedazos y a las que seguían manteniendo el tipo comenzaran a aborrecer vestir del mismo modo en una cena que en un día de playa. Chanel liberó a la mujer e hizo posible que, incluso, trabajaran (del verbo trabajar) en las fábricas con diseños prácticos, funcionales y, sobretodo, globales. Coco Chanel era mujer. Y revolucionaria.
En nuestros años,
esos de los que dicen son los de las mayores crisis económica y política, de nuevo, una firma de moda marca el compás
del cambio: In Extenso. Ha pasado del anonimato a convertirse en ventilador de
los nuevos aires progresistas que muchos parecían esperar como agua de mayo. Disponer
de dos únicas opciones no es una opción. Pablo Iglesias vestido de arriba abajo
con ropa del Alcampo ofrece, al menos, una alternativa. El bipartidismo no representa
únicamente la cuerda que te ata de pies y manos, es que, además, aburre soberanamente. Pasar del azul al rojo y del rojo al azul cada cuatro, ocho años, es una
auténtica pesadez. Sorprende (y avergüenza) presenciar las peloteras e improperios
que ambos bandos se dedican, más teniendo en cuenta que, de sobra, saben que
antes o después ocuparán la silla de su oponente. Sota, caballo y rey. Sólo
que, en nuestro caso, sólo existían jinetes y monarcas. Ahora parece haber
irrumpido un profesor con pinta de paje que, esperemos, no se quede en ser, sencillamente, la
figura que menor valor tiene dentro de la baraja.
El éxito no es resultado de una ciencia cierta. A menudo, la gloria viaja en montacargas dejando un espacio amplio para todos los que la acompañan. Nadie sabe en qué piso estará en el momento que la necesites. Tan pronto sube como vuelve a bajar. A toda velocidad. Tan pronto estás en el luminoso ático como en el oscuro sótano. Podemos ha tenido un buen arranque a pesar de lo surrealista de su logo y las campañas de propaganda electoral. Y eso dice mucho. Hará falta tiempo para valorar si sus intenciones son honorables o se quedaron sólo en las falsas apariencias de una premeditada pedida de mano. Los de siempre, no se lo van a poner fácil. ¿Les dejarán? Demasiado bonito para ser verdad, me temo que no.
En el caso político, las frases hechas no funcionan. Como ninguna otra cosa. Por eso no podemos afirmar que tiempo pasado siempre fue mejor porque ahora tenemos montada la fiesta padre pero si miras hacia atrás, te queda del todo claro que el hombre tropieza siempre con la misma piedra. Así que pasando, a lo práctico ¿recuerdas cómo vestían los políticos hace 25 años? Cómo olvidarlo…
En el caso político, las frases hechas no funcionan. Como ninguna otra cosa. Por eso no podemos afirmar que tiempo pasado siempre fue mejor porque ahora tenemos montada la fiesta padre pero si miras hacia atrás, te queda del todo claro que el hombre tropieza siempre con la misma piedra. Así que pasando, a lo práctico ¿recuerdas cómo vestían los políticos hace 25 años? Cómo olvidarlo…
No andaré por las ramas. Buscaba una instántanea de Felipe González en la que se pudiera vislumbrar su estilo en lo que fueron sus inicios. Recordad que, por entonces, su mano sostenía una rosa en lugar de una mariposita con pestazo a gas. Olvidaros de la ropa, no había visto tanto pelo junto desde caer en la cuenta del entrecejo del joven Don Juan Carlos. Los brazos de Felipe parecen los de un oso pardo. Suficiente cantidad como para hacer una trenza de espiga en cada uno. ¡Pura tendencia!
Lo sé, si no
fuera por su largo Gobierno de ocho añitos, no es difícil reconocer al señor en
cuestión. Chemari es el Michel Jackson español. Esperemos que no termine igual
pero es improbable a éste le va la buena vida y su únicos vicios son las tablas
de abdominales y una copita de vino, eso sí, con las comidas. En esta imagen el
bigote está poblado y repartido. Fue evolucionando en su posición y espesura
hasta desaparecer. Porque sí, desapareció. Y lo más importante, debajo había
labio superior. Botella está encantada porque ahora el bigote lo lleva ella.
Si Julio Anguita
se hubiera animado con el eye liner y el rímel waterproof (en Córdoba hace
mucha calor) hubiera podido ser el doble de Sandokán. Si algo está claro es que
el pelo en época de los tres políticos protagonistas de esta entrada era más
importante, si cabe, que un buen discurso. La Izquierda estuvo Unida bajo las
barbas de Anguita pero pronto se volvió en su contra. Cría cuervos. Por
cierto, si siempre has querido decirle algo a este buen hombre, búscalo jugando
el dominó en la Plaza de la Corredera cordobesa.
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