Ustedes, que son más jóvenes que yo - y si no lo son gastarían mejor su tiempo jugándose las Corega Tabs al julepe en su Centro de Día en vez de hacer el mameluco con la internet -, desconocerán la existencia de la gloriosa Sección Femenina y por ende, la rigurosamente cierta anécdota que me acabo de inventar.
LOS MUSLOS DEL RÉGIMEN
Atiende; corre el año 1935 y José Antonio Primo de Rivera visita Düsseldorf acompañado de su esposa mantecosa, la beata Doña Pilar, a la sazón fundadora del invento. Fascinado éste por el desfile de sonrosados muslazos que lucen las bravas teutonas de la Schwesternschaft der Hitler-Jugend, -la división femenina homóloga del tío Adolfo-, retorna a Madrid atormentado por el agravio comparativo con las raquíticas tabas, alimentadas a base de gachas, que exhiben sus muchachitas de Valladolid. Así que decide crear el Servicio Social de la Mujer, un émulo del servicio militar fascista para que, a base de balonmano y naturaleza en dios, tornen sus jarretes en sicalípticas trancas de torneado neumático (¡Tiembla, Octavio Paz!). Para ello, uno de los ejercicios que acostumbraban a llevar a cabo las pobres desgraciadas, no era otro que colgar como un jamón curando en el Moncayo, con el fin de que la gravedad ahorrara el gasto en nutritivo porcino al Movimiento.
Pero el experimento, obviamente, fue un fracaso, pues no solo no conseguían redondear sus musletes, sino que alargaba sus brazos como los de un chimpancé, con el consiguiente defecto en su porte. Fue por ello que cuando el mariscal Goering devolvió la visita, el Marqués de Estella se viera obligado a contratar a una compañía de cabarateras asturianas -éstas sí bien dotadas- para lucir cacha por unas horas ante el ilustre "Oberste SA-Führer".
No hagamos un drama de todo esto; al fin y al cabo, las sufridas integrantes de la S.F., afectadas de hipermetropía ya en su madurez, pudieron disfrutar de las ventajas de sus alargadas palas bien en sus labores de costura bien para leer el periódico sin gafas, amén de poblar tenderetes sin riesgo de precipitarse al patio. Herzlichen Glueckwunsch!
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