Antes era footing, ahora es running (by Melgui Fresh)




Si quieres ser emprendedor, abre un gimnasio. Enero, mayo y septiembre serán los meses fuertes. Te dolerá la mano de hacer matrículas nuevas. Ahora sí, el resto del año a tocarte los borondongos. Con eso de seguir la estrategia de las telefónicas y obligar a tener permanencia, ganas más dinero con la gente que no va que con los pocos cumplidores que aguantan la media hora corriendo en la cinta. Visto lo visto, prescinde del desembolso en máquinas de última generación, para los cuatro que van, tira de combas, mancuernas y cosas así. Rocky entrenaba sin mucho más y fue capaz de ganar al ruso ese con pelo cepillo.

Tras saborear el placer de vivir sin saber qué día es, en septiembre, se vuelve a tirar de calendario. ¿Cuántos días tenía? ¿30 o 31? ¿30? Muy pocos parecen para los muchos nuevos propósitos tejidos en una mente vacacional y, por tanto, descansada; y, lo más importante sana. Pues venga. Voy a hacer esto y voy a hacer lo otro. Voy a acostarme antes y levantarme más temprano. Voy a agobiarme menos y disfrutar más. Voy a sonreír más y discutir menos. Voy a. Voy a casa a descansar. Mis ocho horitas y marchando. Pero sobre todas las cosas, voy a: perder unos kilos. ¿Cuántos? No sé. Los que me hagan falta.

Un año tiene 365 días de sobra para recoger las cornadas varias de todas las veces que te ha pillado el toro. El inicio del verano te puso la miel en los labios mientras surfeabas por Internet buscando lugar de vacaciones y eso tiene sus consecuencias. Muchas propiedades, sí, pero muy calóricas. La próxima vez, mejor elige que se te haga la boca agua que es muy sana. Ya entiendo, el verano es la mejor época para hacer dieta. Menudo calor, no tengo ni pizca de hambre, todo el día bebiendo, chico. Líquido es lo que me pide el cuerpo. Benditos bares y benditas sean sus terrazas. Te metes diecisiete cervezas entre pecho y espalda y el problema de la deshidratación solucionado. ¿Qué pasa? La cerveza es agua carbonatada, no engorda. Bueno, y el pincho déjalo que igual hago un esfuerzo sobrehumano y me lo como. Pero por no hacerte el feo, no te creas.

Y cuando el verano se acaba, venga, no voy a hacer dieta pero voy a comer mejor. Saludable. Al lío: primer día de curro comedor y deseo concedido: huevos rotos con jamón y san jacobo. Claro que sí, a eso se le llama respetar la dieta mediterránea. Perdón, también puedes optar por verdurita, coliflor. Eso sí, camuflada debajo de dos kilos de bechamel y uno de queso gratinado. Voy a subir por las escaleras. Voy a salir a correr. Voy a apuntarme a un gimnasio. Voy a quedar con menganito para montar en bici. Voy a traerme la comida de casa. Voy a ir al supermercado sin hambre. Voy a hacerme con una crema reafirmante. Otra anticelulítica. Voy a probar la presoterapia.

Escucha, todo esto está muy bien pero lo que realmente tiene efectos asombrosos por encima, incluso, del body shaper de la teletienda es cerrar el pico. No hay más misterio. Entrena tu cuerpo hasta la extenuación si así lo deseas pero deja de ponerte hasta las patas.

Eso sí, si vas a dedicarle cuerpo y alma a cumplir tu promesa de ponerte en forma esbelta y acabar con la oronda, hazlo con estilo. No des por sentado que: “total, para sudar, vale cualquier cosa”. Por favor, no lo hagas. Hay vida más allá del Decathlon y su Domyos. En los 90, eso no pasaba.

Bella contradicción. Se presupone que para hacer ejercicio lo más adecuado son los tejidos ultra ligeros. Pues eso, unos buenos calentadores de pura lana de oveja hasta las rodillas. Puede que a vosotros os hayan contado milongas. Nosotras sabemos que su verdadero sentido es tapar los pelómenes de las pantorrillas. En los 90, el láser sólo se veía en las espadas Stars War por lo que, en invierno, daba perecilla utilizar la cuchilla. Total, si siempre voy con pantalón o medias tupidas. Así pasaba, que te metías en la cama y tu acompañante pensaba que estaba acostado con el mismísimo Miguel Porlán “Chendo”. Qué queréis que os diga, yo para calentar sigo prefiriendo las tablas de estiramientos.

El smile es, básicamente, un redondel amarillo con dos puntos negros por ojos y una sonrisa. Sobre todo, eso. Con lo simple que es, mira que ha dado juego. Ahora, ha evolucionado como los Pokemon y el WhatsApp ha brindado aproximadamente 1.758 versiones. Ya no sonríe, hace de todo. Aunque surgió en los 60 tardíos, dio el petardazo en los 90 siendo el abanderado de la música dance acid house. Pegar no pega mucho pero a ver si queda bien que un tío de 2,13 desfile en una ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos portando la bandera de España y un gorrito de paja absurdo. Sin prejucios.

 Uno de los momentos más felices de mi infancia fue el día que fui al cole estrenando deportivas de marca. Qué satisfacción. Me creía la más. Eran Avia (arrea) y, aunque las cámaras de aire incorporadas aún no habían revolucionado el mercado, el ego me hubiera hecho capaz de correr la maratón de Nueva York con ocho años, problamente, llegando antes que algún etíope descarriaó. De caña alta, bajas o de lona. Lo importante es que respetes las marcas de cabecera: J’ Hayber, Yumas, Paredes, John Smith.



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