© David Garcia Vivancos |
Pues esto no está tan mal. Yo estoy bastante a gusto y tú ¿cómo estás? Qué quieres que te diga, no termino de encontrar la posición. Me temo que empiezo a ser demasiado grande para esta bolsa. Pero, ¿qué dices? Si eres del tamaño de un garbanzo. No te quejes. Yo estoy deseando salir. Pues yo no. Tú mismo, yo estoy la mar de bien pero tengo ilusión por cambiar de habitación. Me he enterado de que mis padres ya han comprado la cuna. ¿Padres? Yo creo que de eso no tengo.
Hoy no hablamos de moda. Lo haremos de modos. De modos de actuar. De modos de proceder. Adios Alberto, adios.
Te podrá gustar el azul o ser más de rojo. Sí, los hay que, incluso, prefieren el rosa. Para gustos los colores y en la variedad está el gusto. Perfecto. Ahora bien, cuando tu gusto se tiñe a partir del blanco que deja la ausencia de ética y dignidad, mal vamos. La vulnerabilidad es un elemento transparente y con inclinación de 65º, lo que viene a significar que a ésta la gama cromática le resbala. Y no es fácil. También están los topos. Los hay de dos clases: creados bajo la apariencia de sucio rastrero que sube peldaños a partir de que otros los bajen o, simplemente, aquellos que ven menos que un gato de escayola. En ambos casos, no es de nacimiento sino de convencimiento.
Es arriesgado sujetar el astil de la bandera del conservadurismo más rancio. Corres el riesgo de que la mano se te llene de ampollas. Y claro, así es difícil seguir adelante. Por falta de uso, la izquierda te ha quedado inservible. Alberto tiene su mano derecha destrozada de sujetar el palo durante nueve meses. Sí, nueve, bonita coincidencia. Las heridas hubieran sido un mal menor de no ser porque sus amigos le han dejado sólo cargando con todo el peso de la banderola. Por darle, le han dado la espalda hasta algunas damas de su partido que, antes de políticas, parecen ser mujeres.
Gallardón deja el púlpito desde el que impartía justicia. No sólo eso, deja la política, eso que le ha dado todo. Pena que nos lo hayamos tenido que comer treinta años y tenido que pasar este mal rato. Muchos se acordarán ahora cuando de él se decía que era el representante de la nueva derecha progresista, fue portada de la revista Zero y todo. Pues mirar ahora, resulta que lo que le ha retirado del escenario político ha sido su interés personal por poner en marcha una de las medidas más aberrantes entre las propuestas en nuestra democracia. Aquí no valen los partidos, sino la integridad. No me fastidies Alberto, que ser íntimo de Bono no te convierte en el estandarte del neoliberalismo. Tu padre político era Fragasauro con eso está todo dicho. Ahora que tendrás más tiempo libre, te invitamos a bañarte en la playa de Palomares, a ver si así se te aclaran las ideas.
Te equivocaste al pensar que el derecho al aborto lo es sólo de la mujer, lo es de todos. Al igual que la vida, tampoco la fabrica ella sóla. No creas que te libras por ser padre de cuatro hijos varones. Ellos también podrán beneficiarse, si lo desean, de la libertad de decidir. Puede que si hubieras tenido hijas estuvieran apoyándote en estos momentos, pero piensa que también lo pueden hacer tus nueras. Al fin y al cabo, son mujeres y todas deben ser educadas para lo mismo. Servirte el café caliente, cambiar la sábanas de tu cama, limpiar el suelo sobre el que pisas y tener hijos, sobre todas las cosas tener hijos. Mejor que hijas.
Por una vez, el ministro ha hecho justicia y se larga. Pero la alegría es contenida, su amigo Wert se queda.
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