Jardin Prohibido: la letra importa (by Melgui Fresh)

Esta es la historia de cómo una chica (talludita ya, eh?), descubre que hay que atender a la letra de las canciones, no vaya a ser que estén contando cosas espeluznantes, y estemos creyendo que son el colmo del romanticismo. Hoy vuelve una de las colaboradoras; Melgui Fresh, para contarnos que hay detrás de baladones italianos y al mismo tiempo descubrirnos realidades de la naturaleza masculino-femenina.

Con ustedes "Jardín Prohibido", una obra maestra de escusa para justificar unos cuernos...

Foto: Kara Souza

La relación  entre hombre y mujer, y sus diferencias. El tema. La eterna discusión. Seguimos erre que erre. Temita manido donde los haya. Pero soy una humilde invitada y es lo que mi mecenas me pide. ¿Quieres carnaza? Pues aquí la tienes.

Pongámonos en situación: una tienda de ropa. Los hombres son la “gama basic” representada por prendas lisas, sin estampados. Algo sosainas si me apuras. Ropa de fondo de armario sin más pero que por otra parte, resulta imprescindible. Por el contrario, de las mujeres cuelga la etiqueta “luxury”: lentejuelas a cascoporro, mezcla de vivos colores y bordados imposibles.

Os lo traduzco: la madre naturaleza ha dispuesto que  los hombres sean simples, sin dobleces, planos y poco complicados; mientras que a las mujeres las ha hecho enrevesadas, enmarañadas, cóncavas y, a la vez, convexas. Un poco liantas, definitivamente. Sí chicas, reconocerlo, no os cerréis en banda.
Esta es mi teoría pero  hay muchas otras y, lamentablemente, Sandro Giacobbe tiene la suya propia. Y no sólo eso, pasará a la eternidad camuflada en su canción el “Jardín Prohibido”. 

Reparé en la letra  por casualidad, que no en la canción que, a buen seguro, la habréis cantado muchos de vosotros embriagados en primera instancia por el alcohol y, en segunda, por las armoniosas y delicadas notas en un momento de euforia. “Que eras tú que eras tú, que siempre serás tú”.

¡Qué bonito! Declaración de amor en toda regla que, incluso, te servía para proclamar tus sentimientos a viva voz aprovechando el romanticismo “made in Italia” de su autor. Hasta aquí todo bien, el problema viene sin avisar, de forma traicionera. Cuando, por cuestiones del destino, tienes la oportunidad de analizar la letra en profundidad. Por suerte, somos muy pocos los que hemos tenido ese privilegio. Gracias Abel, vivía feliz en mi ignorancia.


Que un engaño duele, sí. Que aún en el caso de perdonarlo la herida no termina de curarse, también. Que si el vil acto es ejecutado con la colaboración de tu mejor amiga jode un huevo, por supuesto. Pues esto es básicamente lo que nos cuenta el amigo Sandro pero, llevado al extremo. Presentado sobre cama de machismo en estado puro. Como no podía ser de otra forma, la culpable absoluta es la mal llamada amiga, el sólo se ha limitado a “darle vida” y atender sus súplicas desesperadas. Todo un gesto de caballerosidad.

No sufráis, con el acto en cuestión,  el cuerpo de del italiano sólo gozó un segundo, por otra parte irreprochable debido a que colgaron las vestiduras de sus inconsciencias. Sin duda, una muy sutil forma de decir que se despelotaron sin pensar en nada ni, lo más importante, en nadie.

No oséis juzgarlo. Que quede claro que no lo volverá a hacer más. ¿Qué cómo lo justifica? Utilizando un argumento del todo sólido  y original que le ayuda a dignificar su actitud. No importa que se estuviera cepillando a la amiga de su amada porque al hacerlo pensaba en ella lo que, sin duda, le daba fuerzas para…empujar más fuerte. Pecadores todos, ¿cómo evitar comer del fruto prohibido? Es un ser humano con todo lo que ello conlleva. Que mal ha tratado la historia a Eva, ella no se acostó con el amigo de Adán (tampoco lo tuvo, claro) sólo coqueteó con una serpiente y, encima, son muchos los que la representan con forma femenina. Eso a los tíos os pone, así que no habría sido un problema.

No os atormentéis, mi madre incluyó en la banda sonora de mi vida esta bonita copla aunque cantada por Sergio Dalma. Sí, ese galán de los años 90 con voz extra ronca que alternaba su irreprochable “Bailar Pegados” con canciones del todo indignas como esta misma. Y qué viva el criterio. Aunque, mirándolo bien, era todo un visionario: primero se empieza bailando como lo hace el mar con los delfines y terminas marcándote un vals cuerpo a cuerpo con quien no debes. Hay que añadir que este sujeto tenía obsesión por el tufo italiano pero, digo yo, ya le podía haber dado por ponerse hasta arriba de pizza cuatro quesos y dejarse de tanto tributo. Un poquito de originalidad, por favor.

Cambiando de plagiador, anonadada me he quedado al comprobar que, incluso hoy en día, un pequeño ídolo adolescente, Abraham Mateo, tiene su propia versión. Muy fuerte. Aunque, claro, el pobre mío, a pesar de coquetear con chicas en sus vídeos clips y cantarle al amor desde edad temprana, no sabe ni lo que es un DIU. Como si cantara en chino mandarín, vamos. Como cuando cantas emocionado una canción en inglés pensando en lo profunda que tiene que ser su letra y, en realidad, lo que estás diciendo es que te gusta comprar en tiendas de segunda mano. En fin.

De cualquier manera, y en boca de cualquier ser, esta canción es tremenda. Que, al menos, sirva de ejemplo para concienciar de lo importante que es prestar atención a los pequeños detalles y no dejarse llevar por los ritmos pegadizos. Presta atención a que tu compañero/a de alcoba momentáneo no sea el amiga/o de tu respectivo/a sin sucumbir al compás de su trasero. Pero pasa. Y mucho. Una y otra vez. Pero, ¿qué queréis?
La vida es así, no la he inventado yo.

Si aun después de leer este post, te quedan ganas de profundizar, pincha aquí. Sin duda, no te lo recomiendo.

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