Todo autor que se precie tiene sus rachas. Muy pocas veces consigues que tus lectores pasen a la siguiente línea sin haber terminado aún la anterior. Puede que en algunas, te conviertas en preferencia y, en menos, referencia. Es habitual que más de un párrafo sea demasiado y que sólo unas perdidas líneas parezca muestra de desgana. La mayoría de las ocasiones, eres tan insignificante que conseguir la atención deseada, simplemente, es imposible. Renovarse o morir. Sorprender o Pérez Reverte. Tú eliges, progreso o arcaísmo novelesco. Una buena práctica es pensar en lo que quieren leer y no encapsularse con el recubrimiento de tu propio ego.
En mi función de por y para el
pueblo, hoy voy a hablar de lo que toca. Lisboa, sábado 24 de mayo. O, si te
viene mejor, Lisboa, domingo 24 de mayo según la musa Botella, otro discurso para la
historia. Corazones rojiblancos y merengues en tierra vecina latiendo a ritmo
de fado. Los pronósticos dicen que las ausencias en los onces van a ser
sonadas. Sin embargo, en la grada serán muchas más. De esas no habrá tanto
ruido. 37000 sufridores se sentarán en su asiento. Medio Estadio de la Luz está
reservado para compromisos. En el fútbol, como en todo, comprometerse es
primordial.
Las buenas lenguas con regusto a bocadillo de calamares dicen que en Madrid hay sitio para todos. Que la gente está contenta y los dos dioses más famosos de la capital sonríen mirándose por el rabillo de ojo. Por si el clima de entusiasmo generalizado no fuera suficiente, Madrid hace historia por llevar, por primera vez dos equipos de la misma ciudad a una final de la Champions. El Relaxing cup of cafe con leche in Plaza Mayor no consiguió las ansiadas Olimpiadas pero vuelve a cobrar sentido en la élite del fútbol europeo. Eso sí, seguimos sin recuperar un sólo duro de la inversión, tendremos que disfrutar de la gloria en país extranjero y gastar nuestros billetes en bacalao y vino de Oporto.
Moda y fútbol. Fútbol y moda. Dos
opciones. Formas de vida. Las dos tienen su cosa. Los diarios deportivos lo más
leídos, las revistas de tendencias las más vendidas. El sentir de una
civilización. Arias Cañete tiene miedo de transmitir superioridad intelectual
frente a una mujer. Yo huyo de los convencionalismos de género en el mundo futbolero.
Amo el deporte “tonto” seguido por las masas. ¿Demuestro con ello menos
capacidad intelectual? Puede ser, soy mujer. Y de las de verdad. También me
gusta la cerveza ¿qué pasa? ¿Estoy con ello alterando el orden natural? Os diré
más, no estoy nada mal. Al menos, lo intento.
Lo que es cierto es que mi cromosoma
femenino me lleva a recaer en ciertas cosas que el espectador masculino no
percibe. Tampoco ellos suelen pintarse las uñas o consultar el correo en el móvil
mientras ven un partido. No caigáis en la absurdez de que sólo las mujeres podemos
hacer más de dos cosas a la vez, vosotros sois capaces de insultar, patalear,
festejar. Abrir la lata, pegar un trago o varios. La teoría machista dice que
las mujeres que siguen el deporte rey lo hacen como excusa para ver a los
futbolistas. Y la práctica les da toda la razón. A ver si vosotros os tragáis
las dos horas de previo en la fórmula uno o los tiempos muertos del basket
sin que hubiera hembras mostrando cacha.
La realidad es que la figura del
futbolista está muy mitificada. Para llegar a uno que merece la pena has de
pasar por otros tantos que, en lugar de merecerla, la dan directamente.
Época
pasada siempre fue mejor. Somos unos nostálgicos, que le vamos a hacer. Los
futbolistas de mi infancia eran hombres corrientes corriendo detrás de un balón
ante miles de seguidores sin diferenciarse, estéticamente hablando, de los que se arrastraban desollándose las rodillas en los campos de tierra de tu barrio. ¡Va por vosotr@s!
Primer signo de cambio, ¿alguien
ve algún tatuaje? NO. La quinta del buitre se vanagloriaba de mantener su piel
limpia de tinta. Ni rastro de gomina y demás fijadores para el pelo recortados con
formas sinuosas. En el vestuario no había peines, no os digo más. Dudo que,
siquiera, hubiera espejos. Prestaban tanta atención al pelo de su cabeza como
al vello de sus piernas. Cuánto. Ninguno. Hecho que, sin embargo, no estaba
reñido con que gastarán pantalones de corte provocativo sin respetar la largura
de cóctel. Más cerca de la ingle que de la rodilla. Con ese patrón no extraña
la facilidad con la que Michel, Michel, Maricón (ese mismo) pudo agarrar el
miembro viril a Valderrama. Ahora entre la largura irreverente del pantalón y
la prolongación hasta el extremo de la media, no se aprecia cuerpo humano. Hay
que esperar a que pierdan la verticalidad para vislumbrar muslamen. Indumentaria
de Hummel coronada por el patrocinio de Reny Picot. Hemos pasado de la
promoción de productos lácteos a casa de apuestas digital. La leche.
Atlético de Madrid (Temporada 96/97)
Debajo del look
total yellow de Molina, tenemos al artífice de la gesta colchonera: Ole, Ole
Ole Cholo Simeone. Algo fundamental en la indumentaria propia de los años 90 reside
en dos aspectos: camiseta metidita por dentro y cordones del pantalón al aire
después de hacer una lazada bien tirante. El efecto que consigue en el pantalón
es memorable, buenas bolsas de aire en la zona central de pantalón y arrugas
agolpadas en ambas ingles. Otro aspecto más que necesario es vestir camiseta
con cuello que no polo. No es lo mismo. Sin duda, da mucho juego: cuello para
arriba, cuello para abajo. Que se lo digan a Cantoná, anda que no le sacó provecho.
En nuestra versión atlética, Caminero es el referente. En este caso, el dinero
lo pone Bandai. Ahora, Cerezo prefiere dejarse de juegos y tirar de la tierra
del fuego: Azerbaijan. Por si quedan dudas, el de verde es un espontáneo.
"No hay jugadores jóvenes o viejos; los hay buenos y los hay malos" (Santiago Bernabéu)
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Caminero con los cuellos para arriba era el guapo de la liga en aquellos años, madremiademivida
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