Hola, mi nombre es Melgui Fresh y veo Eurovisión (look festivalero)

Mayo mola. Aire libre. Saborear hasta la última gota del concepto de exterior. El sol, que gran invento. Dejar de ocultar y empezar a enseñar no es poco, ¡qué coño!, nos da la vida, pero, no nos engañemos, dos acontecimientos marcan el devenir del mes: Eurovisión y la final de la Champions. ¿Tú cuál eliges? Yo paso, me quedo con los dos. Una cosa no quita la otra.


Ohhh…El primero ya ha pasado y más de lo de siempre. Los pronósticos se cumplen y España vuelve a quedarse sin el añorado premio. Eso sí, esta vez cumplimos. Para esta edición, apostamos por cierto deje chonista compensado con un vozarrón bien modulado sobre una partitura justa, pero cumplidora, con letra pegadiza como marcan los cánones. Entre los diez primeros, no está nada mal. La masa se indigna porque, dicen, los vecinos de frontera se votan entre sí pero, perdonadme, nada más lejos de la realidad. Nosotros estamos bien pegaditos a Portugal y no nos dan ni un mísero one point. No entiendo por qué están tan resentidos, espero que no se hayan tomado mal que nos sintamos extremadamente superiores a su especie, simplemente, por el hecho de cargar contra ellos lo que nuestros vecinos europeos cuchichean de nosotros mismos. Si España es África para Europa, Portugal para España es el estercolero sobre el que verter su mierda sobrante. Qué exagerados, tampoco es para tanto. Mirad, Francia nos dio 5 puntos. Por cierto, ¡viva Albania! Ahora mismo no tengo claro por donde cae, pero su gente es de puta madre. 12 puntos nos dieron, con dos narices. 

Este año, el país anfitrión, Dinamarca, tiró la casa por la ventana y montó un espectáculo por todo lo alto. Pobres, menudo derroche innecesario, les hubiera bastado con que las 26 actuaciones hubieran sido a cargo de las polacas. Pero, pese al pesar de muchos (que no muchas), la ganadora resultó ser austriaca. O austriaco. Proclamándose auténtica reina de la noche, la artista se hizo grande sobre su pedestal con una canción llena de peros. El secreto es puro marketing. En una sociedad abarrotada de convencionalismos, la rareza destaca. Y sabiéndolo, Conchita y sus fans se envalentonan. Se aprovechan de la desgracia ajena.


Gillette está pasando una mala racha. La realidad es dura pero peluda. Tanto es así que su nueva  Fusion Proglide edición Selección Española no necesita de un reponedor a media jornada con sueldo indecente. Las tienes a pares. Qué muestra tan clara del profundo bache por el que atraviesa la marca. Si los chicos de “la Roja” no tiran, apaga y vámonos. Si con el furor mundialista la marca “España" tiene más tirada que, incluso, la genuina Hello Kitty, ¿qué problema hay con la cuchilla? Fácil: la barba está de moda. El pelo resurge con fuerza de sus cenizas y remonta el vuelo cual ave Fénix recuperando el puesto en rostros masculinos que antaño perdió. Señores y señoras, el pelo facial gusta y Conchita Wurst lo sabe. Naomi Campbell fue la diosa de ébano y la austriaca es la diosa barbuda. Conchita Salchicha (esa es la traducción literal) aprovecha su ejemplar hermafroditismo y se hace ganadora de Eurovisión 2014. Ya te digo yo que si el ser en cuestión hubiera resultado una mujer al uso, sin barba, habría quedado a mitad de tabla muy dignamente. 

El tema Eurovisión es muy fuerte. Páginas y páginas lleno yo con reflexiones al respecto sin despeinarme. Un no parar. Pero, centrémonos. Vamos a lo que vamos. A la chicha que no salchicha, a remover los vestidores de las estrellas protagonistas de tan importante acontecimiento. Eso que une a Europa de verdad. Por Dios, ¿quién necesita el euro? Podemos ahorrarnos organismos absurdos como el Tribunal Europeo. Eurovisión representa el resurgimiento de la cultura indoeuropea, nuestras raíces. 

Soraya Arnelas, España

Más conocida como "Poyeya", la extremeña pensó que su actuación sería sobre cuchillas en una pista de hielo. Bonita, el maillot que te gastas con pedrería azul es lo más si por las noches decides subirte a unas plataformas y ganarte un sobresueldo como Drac Queen pero sobre un escenario y un micrófono en la mano, no es lo más acertado. Si hubieras llevado chándal del Pryca hubieras quedado más digna, no te digo más. Si tenéis ocasión de ver la actuación al completo, podréis encontrar cierta justificación ya que adorna la faceta musical con un guiño a la magia desapareciendo del escenario. En tu versión azafata de mago, vas del todo apropiada. 





Bárbara Dex, Bélgica
Poco puede decirse de la cantante belga. Me basaré en un dato: además, de quedar última, desde su aparición en 1993, los denominados eurofans votan al vestido más feo del festival de la canción europea. El estilismo no tiene precio. Bárbara pretende emular a Olivia Newton John en el inicio de la operación bikini. Sin duda, kilos le sobran pero tela también. Las mangas acampanadas no son lo mismo sin la tirilla que la une al dedo corazón, me esperaba más. Si seguís buscándole explicación, no os atormentéis más. No tiene escapatoria, podría haberlo evitado de una forma determinante. Si es que tiene delito, el vestido en cuestión fue creación suya. Se quedo tan ancha. Pensó que la combinación de transparencias y cuello camisero la llevaría a la victoria y lo hizo, pero en otro tipo de ranking.

Gisela, Andorra
Gisela, a pesar de acompañar a Rosa con su "Europe living a celebration" (en su marcado granaíno: "ennfjnfo oldenjnbdoe a jndfojnoie"), no quiso postularse candidata a representar a nuestro país. Y entonces dijo, voy a ir en nombre de Andorra que queda mucho más cool y, así, si hago el ridículo no representará una ofensa nacional de mayor envergadura que la perpetrada por Tejero en su 23F. Que me quiten lo bailaó, debió pensar la catalana. Andorra queda más cerca de España, de eso no cabe duda. Se quedó a las puertas de pasar a la gran final pero, aun así, pasó a la historia por su look. Aquí la tenéis, encorsetada en un corpiño metalizado finalizado en volantes de gasa ocres, vestuario conjuntado con extrema palidez y peinado de rizo pequeñín extra volumen.





Lydia, España

Nuestra representante en 1999 lo tenía claro, sí la canción elegida era un bodrio insulso infumable, lo aderezamos con un vestuario lleno de color. Quién mejor que nuestra Agatha Ruiz de la Prada para ayudarle en su cometido. Si quieres color, toma tres cazos. O mejor cinco: rosa, rojo, naranja, amarillo y azul. Tened en cuenta que con las eternas actuaciones y votaciones, el festival se prolonga hasta horas intempestivas. Lydia iba preparada para la ocasión, ya llevaba el camisón puesto. Fue a partir de entonces, cuando la señora de Pedro.J. se hizo de oro con los juegos de sábanas y edredones. 




Zoly Adok, Hungría

Es más fácil que una mujer la líe parda con la elección de su estilismo, cuenta con más opciones y, por tanto, más tentaciones inapropiadas. Pero, sí, los hombres también pueden alzarse con la victoria en lo que a estilismo nefasto se refiere. Zoly no quería tirarse por el precipicio en soledad. El golpe es menor si es compartido y, por ello, se acompaña de tres de las mejores clientas de Corporación Dermoestética. Que me lo expliquen pero no entiendo qué significa la prenda que cubre su torso. Ajustada, sin mangas, transparencias y brillos, no pueden ir en la misma frase descriptiva en lo que se refiere a camisetas. Por suerte, sus bailarinas contrarrestan sus excesos a la perfección con colores planos y discretos. ¡Too much!

"La moda es una forma de fealdad tan intolerable que es necesario cambiarla cada seis meses" (Oscar Wilde)





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